jueves, 1 de diciembre de 2011

Cada loco con sus ventas

Un loco que se hace el loco

CADA LOCO CON SU VENTAS

La necesidad muchas veces nos lleva desesperadamente a cometer locuras para lograr un objetivo. El afán de ser visto y ofrecer algo diferente puede hacer que nos olvidemos de quiénes somos y recurramos a lo que algunos pueden llamar “lo más bajo”. Pero cuando no hay otro recurso para salir adelante, más vale atreverse e intentarlo que quedarse de brazos cruzados y esperar que llegue la muerte.

Por: Orlando López E.


La calle: su verdadero hogar, familia y escenario
Casi siempre cuando vemos a un enfermo mental nuestra primera reacción es cruzar la calle como forma preventiva ante la posibilidad de un ataque inesperado. Pero ¿Qué hacer cuando el loco es el que se cruza en tu camino o toca tu puerta? Puede resultar extraño que aún exista ese tipo de vendedor de chucherías que te visita cada cierto tiempo ofreciéndote cosas que prácticamente no necesitas o ya tienes. Para Efraín Pizarro ese es su trabajo y única forma de ingreso con el que se mantiene y le permite alimentarse “honradamente”. Por más de diez años recorre lo que él llama su zona pregonando sus productos. En los distritos de San Miguel y Magdalena tiene a sus principales clientes, quienes lo conocen como “el loco bolsas”. Apodo del cual se hizo merecedor por su forma tan peculiar de vender. Al principio puede generar lástima y activar nuestro lado caritativo, teniendo como resultado ser sensibilizados y adquirir lo que ofrece. Con el tiempo puede caer pesado y pensar más de una vez en meterle un puntapié y sacarlo por completo de nuestro felpudo que da la bienvenida. 


Para Pizarro todo empezó como un juego. Cuando era niño y casi adolescente estuvo en un taller de teatro en el que aprendió el arte que hoy ejerce. Tal vez nunca imaginó que saber actuar podría en algún momento salvarle la vida y llenarle la panza. Efraín es un loco, pero un loco astuto porque dentro de su demencia tiene algo de cuerdo. El deseo de sobrevivir y saber de negocios. En un mundo tan competitivo en tema de ventas en la calle, donde encontramos cojos, mancos, enfermos con receta en mano, madres solteras con bebés en brazos, malabaristas, cantantes al paso, ex convictos, ex drogadictos y demás, es muy difícil poder captar la atención de cientos de personas que pueden pasar por nuestro lado sin ni siquiera mirarnos. Para Efraín eso no es problema, él sabe cómo llegar al cliente. Simplemente te interrumpe el paso y con mirada perdida repite incansablemente en tono de pregunta el nombre de uno de sus productos. En el peor de los casos suelta toda la artillería de lo que trae, lo que puede parecer gracioso o de lo contrario más estresante. Dentro de sus elementos estrella están las bolsas (esas negras para basura), los inciensos, lejía, ganchos y matamoscas. Remata repitiendo: ¿bolsas? Si aceptas comprar las famosas bolsas él mismo se encargará de contarlas y doblar cada una las diez que ofrece por un sol. Este proceso puede tardar a veces más de dos minutos, pues supervisa que su mercadería esté en buenas condiciones y en la cantidad exacta. Nada paranoico claro.

La vida no le resulta fácil pues andar todo el día dando vueltas de un lugar a otro fingiendo ser un loco ha hecho que verdaderamente le falten unas cuantas tuercas en la “azotea”. Si se le ve por la calle podría afirmarse que verdaderamente lo está, sin pensar que de tanto meterse en el papel que protagoniza todos los días lo va poseyendo cada vez más, apoderándose de la poca cordura que le queda. Pizarro sonríe, otras veces llora, pero su truco está en nunca mirar fijamente a alguien y además no escuchar bien las respuestas negativas que lo alejen de una posible venta. Él pocas veces entiende y acepta un rotundo no. Sabe que podría costarle no comer ese día. En sus visitas de puerta en puerta sus mejores clientes son los ancianos, los más crueles pueden ser los jóvenes o viejos amargados que no soportan a nadie y lo tratan peor que a testigo de Jehová.

Efraín Pizarro es todo un actor que día a día gana la lucha contra la muerte sin darse cuenta que de a pocos va convirtiéndose en un verdadero enfermo mental. A él tal vez no le importe, finalmente piensa que podría resultarle mejor para las ventas. Efraín no tuvo la oportunidad de seguir una profesión, pero su más grande ilusión era ser actor de teatro. No pudo lograrlo porque sus padres fallecieron repentinamente, arrojándolo a la calle a trabajar y cortándole las alas de concretar su sueño: ser una estrella. Confiesa que por las noches en la soledad de su habitación imagina las palmas de sus clientes por tan majestuosa presentación. Alucina y espera que un día cualquiera alguien descubra su talento y pueda ser llevado a las tablas para protagonizar su único y tan adorado personaje: el loco.

Pocas veces se ha visto en problemas, cosa rara para un loco ya que en muchas oportunidades terminan siendo correteados, mojados, apedreados o hasta golpeados. Para Efraín lo más difícil ha sido ser visto con su novia, lo que le hizo perder la naturalidad del personaje que representa. Pero para él su amor representa parte de su locura, porque finalmente le hace perder la cabeza. Sabe que ventilarse de la mano con una mujer podría acabar con su carrera artística, que lo delataría y posiblemente muchos de sus clientes se decepcionen y nunca más le compren nada. Pero parece importarle poco pues el amor lo trae loquito pero de otra manera. Pizarro no se ve internado en un sanatorio, mucho menos medicado y con una camisa de fuerza que lo detenga. Él es un loco libre, una estrella perdida que se gana la vida haciendo empíricamente lo que más le gusta. Lo importante y que él bien sabe es que nunca se dejará vencer, pase lo que pase estará dispuesto a luchar todos los días por mantenerse en pie. No se rinde ni amilana ante nada. Probablemente su espíritu se encuentre en mejor estado que su cerebro, pero a final de cuentas son esas ganas de vivir lo que hacen de un loco una persona sensata. Por lo tanto Efraín seguirá actuando en este escenario que es la calle en la obra de la vida.




A continuación un reportaje de otro loco, pero un poco más famoso que Efraín Pizarro

2 comentarios:

  1. creo que los locos tienen un artista atrapado dentro... de lo contrario no serian seres tan extravagantes... muy buen texto....

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  2. Cada loco tiene una vida fascinante. Un mundo donde solo ellos pertenecen. Me gusta mucho tu nota.

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